Alguna vez me pregunté cómo sería esa sensación de levantarse por la mañana y salir a la calle en medio de una contingencia inusitada. Recordé sólo por un momento a Jim, aquel joven que un día se levantó del coma para descubrir una ciudad completamente desierta. Una ciudad que justo 28 días antes había sido la víctima de una catástrofe biológica de dimensiones apocalípticas. Quizá en ese momento Jim debió haber platicado con las plantas. Conocí a alguien que lo hizo en circunstancias casi comparables, pero irónicamente aquella situación se convirtió en algo irrisorio. Este segundo hombre incluso se presentó ante la planta: "Hola, me llamo Elliot Moore. Quiero hablar de manera franca, con buenas vibras. Estamos aquí para usar el baño e inmediatamente nos vamos. Espero que esté bien".
Para su suerte y a pesar de las amenazas que tuvieron que enfrentar, ni Jim ni Elliot se quedaron ciegos. Otros no con tanta fortuna se han quedado ciegos sin saber bien por qué. Se quedaron ciegos, o estaban ciegos. No podría exactamente discernir entre ambas posibilidades. Simplemente no veían. Como tampoco veían aquellos que frente al caos producido por una criatura mutante se volvieron hostiles ante la población, pusieron en cuarentena a algunos y prefirieron probar su última arma biológica: el agente amarillo.
Pensé también brevemente en escenarios mucho más oscuros como ese que literalmente padeció Raccoon City – ciudad que en sus entrañas albergaba laboratorios de una empresa llamada Umbrella Corporation, – o aquél sugerido por la ópera genética Repo!, en el que una epidemia de fallas orgánicas crónicas devastó al planeta, dejando que sus habitantes fueran terroríficamente asistidos por una compañía proveedora de transplantes de órganos. Patética ficción.
En escenarios mucho más reales, existen protagonistas que levantan la mano y que son muy diferentes a Jim y a Elliot. Así sucedió por ejemplo hace cuatro años cuando ante un riesgo de pandemia viral – la gripe aviaria – un senador demócrata estadounidense deploró los esfuerzos "modestos" de la administración Bush. "Debemos enfrentar la realidad. Estos asesinos exóticos (los virus) no son problemas sanitarios aislados en el otro lado del mundo, sino amenazas directas e inmediatas para la seguridad y la prosperidad en nuestro propio suelo." ¿Quién era este senador? La respuesta: Barack Obama.
Para su suerte y a pesar de las amenazas que tuvieron que enfrentar, ni Jim ni Elliot se quedaron ciegos. Otros no con tanta fortuna se han quedado ciegos sin saber bien por qué. Se quedaron ciegos, o estaban ciegos. No podría exactamente discernir entre ambas posibilidades. Simplemente no veían. Como tampoco veían aquellos que frente al caos producido por una criatura mutante se volvieron hostiles ante la población, pusieron en cuarentena a algunos y prefirieron probar su última arma biológica: el agente amarillo.
Pensé también brevemente en escenarios mucho más oscuros como ese que literalmente padeció Raccoon City – ciudad que en sus entrañas albergaba laboratorios de una empresa llamada Umbrella Corporation, – o aquél sugerido por la ópera genética Repo!, en el que una epidemia de fallas orgánicas crónicas devastó al planeta, dejando que sus habitantes fueran terroríficamente asistidos por una compañía proveedora de transplantes de órganos. Patética ficción.
En escenarios mucho más reales, existen protagonistas que levantan la mano y que son muy diferentes a Jim y a Elliot. Así sucedió por ejemplo hace cuatro años cuando ante un riesgo de pandemia viral – la gripe aviaria – un senador demócrata estadounidense deploró los esfuerzos "modestos" de la administración Bush. "Debemos enfrentar la realidad. Estos asesinos exóticos (los virus) no son problemas sanitarios aislados en el otro lado del mundo, sino amenazas directas e inmediatas para la seguridad y la prosperidad en nuestro propio suelo." ¿Quién era este senador? La respuesta: Barack Obama.