"El cielo siempre se acuerda de los hombres capaces de sentir amor."
Los elementos clásicos de las antiguas filosofías, aquellos que tradicionalmente describen y permiten analizar el universo, han sido humanizados por el director mexicano
Julián Hernández para construir una historia urbana con proporciones míticas en
Rabioso Sol, Rabioso Cielo. Así, el aire, el agua, la tierra y el fuego son alegóricamente representados a través de cuatro jóvenes personajes cuyos cuerpos y sentimientos se abren al amor.
Tatei (
Giovanna Zacarías), inmersa en el cotidiano caos suburbano donde las voces existen pero no se escuchan, se encuentra con
Ryo (
Guillermo Villegas); ambos, deseosos y en búsqueda de un alma complementaria, siguen un camino erótico. Es ese mismo camino el que posteriormente lleva a Ryo a visitar un cine pornográfico, usual lugar de encuentros entre homosexuales, donde la deambulación, el intercambio de miradas, el sexo y el placer se hacen presentes (situación totalmente comparable con la mostrada por
Brillante Mendoza en
Serbis). Detrás de la pantalla donde se proyecta
Bramadero, Ryo conoce a
Kieri (
Jorge Becerra). De este encuentro nace un vínculo de amor real, el cual causa rabia en
Tari (
Javier Oliván) quien a pesar de sus intentos por obtener la atención de Kieri, no logra hallarla. Irritado por los celos y frustrado ante la dicha de los otros, Tari secuestra a Ryo para transportarlo a un tiempo mítico donde las fuerzas espirituales – el amor y el odio – establecen una lucha trascendental.
La ausencia de diálogos y el uso del erotismo como potente vehículo de comunicación permiten al director recrear aquel discurso audiovisual que caracterizó sus dos filmes anteriores. Ambiciosamente, pero no pretenciosamente, durante poco más de tres horas presenciamos una obra de arte donde las imágenes se fusionan con un diseño sonoro impecable. La delicada fotografía de
Alejandro Cantú, en blanco y negro para las secuencias del espacio urbano y en paleta verde para los terrenos del mundo legendario, realza siempre las texturas: lo mismo el barro seco sobre los cuerpos desnudos que se fusionan sexualmente, como las paredes deterioradas del derruido
Cine Ópera, o la tierra áspera y quebrantada de la que emerge Kieri para rescatar al ser amado.
A pesar de las similitudes de estilo con
El Cielo Divido, anterior filme de Julián, los contrastes se perciben casi inmediatamente. Ahora, en vez de concentrarse en el placer íntimo de los personajes, el director se enfoca más en la perspectiva que cada uno de ellos tiene respecto al deseo, al amor y al desamor. En efecto, las circunstancias van creando poco a poco una enorme tensión que encuentra un sutil clímax en la odisea de liberación de Ryo, durante la cual se expresa verdaderamente el romanticismo del director (imposible no pensar en
La Bella Durmiente y
Romeo Julieta en los últimos minutos del filme). El exceso con el que se mostró el éxtasis sexual en
El Cielo Dividido es apenas sugerido por medio de
Bramadero – por lo menos es sugerido para quienes vimos aquel cortometraje, ya que realmente no lo observamos en esta ocasión.
Tras
Mil Nubes de Paz Cercan el Cielo, Amor, Jamás Acabarás de Ser Amor y
El Cielo Dividido,
Rabioso Sol, Rabioso Cielo culmina con la trilogía celeste de Julián Hernández, quien ha anunciado la realización de un nuevo cortometraje titulado
Alarido y que posteriormente bien podría decidirse por rodar una comedia híperdialogada que complemente este discurso audiovisual tan poético y personal con el cual Julián ha conquistado dos
Teddys berlineses.
A continuación, algunas imágenes del filme, el cual muy posiblemente sea recortado para su exhibición en corrida comercial. Agradezco a Julián por permitirme publicarlas en el blog.