El antirromance visceral es ese que provoca que el amor naufrague descomunalmente, como el Titanic. Ella tenía una maravillosa idea: irse a vivir a París. Después de todo él siempre decía que París es el único lugar en el que vale la pena vivir; la gente está llena de vida ahí. ¿Y qué más hay en Paris? – Un estilo de vida diferente. Diferente para una pareja que se ve sumergida en el vacío sin esperanza de la cotidianeidad que impregna los suburbios estadounidenses. La misma que Sam Mendes nos mostró anteriormente en su Belleza Americana, aunque en esta ocasión concentra todos sus esfuerzos en dejarnos con un sentimiento de desolación difícil de asimilar.
Es posible que los parisinos no sean los únicos en el mundo que saben llevar vidas interesantes. Es posible que todo este plan de mudarse a Francia con dos hijos, posiblemente tres, sea algo infantil. Tal vez ella y él – April (Kate Winslet) y Frank (Leo DiCaprio) – están escapando de ese vacío que deja la frustración y el tedio profesional. Tal vez París representa hoy esa oportunidad única para sentir de nuevo, para sentir realmente. No lo sé, a veces parece tan irreal, tan inmaduro, tan irracional. ¿Acaso no sería mejor reducir esta idea a sólo un sueño?
¿Por qué escapar?, se pregunta John (Michael Shannon), un matemático de look institucional con problemas emocionales, presumiblemente. No es de extrañar que sea él, el símbolo del discernimiento y de la racionalidad, quien busque motivos para aquel acto desesperado que April y Frank, una pareja por largo tiempo vista como perfecta en Revolutionary Road, están a punto de cometer. John los entiende, pero está loco. Mejor que se calle y que vea el arco iris allá afuera, dice su madre, la Sra. Givings (Kathy Bates). ¡Qué bello es el arco iris! ¡Si tan sólo nos lo hubieran mostrado!
La monotonía musical de Thomas Newman y la atmósfera etérea producida por el ya tan apreciado cinematógrafo que es Roger Deakins no podrían encajar mejor para mostrar íntimamente la autopsia de una relación (¿in?)humana. Mendes la desmorona mientras el guión deliciosamente escrito por Justin Haythe, adaptado de la novela de Richard Yates, nos transporta a través de elegantes, sencillos, escenarios.
El amor naufraga, la comprensión se desvanece, el odio florece. Si estar loco implica vivir la vida como si ésta importara, entonces no importa estar completamente desquiciado. Bajo esta premisa, la ambición de un verano desemboca en una relación enferma, colmada de comprensión disimulada. Cállate, cierra la boca, aléjate, detente. Necesito pensar. Pensar. Pensar. Pensar para darme cuenta de que me he convertido en alguien insensible, para darme cuenta de que ya no te amo, para darme cuenta de que no quiero este hijo, para darme cuenta de que me cuesta trabajo entender la verdadera razón de nuestra existencia. De nuestra existencia, juntos.
Es posible que los parisinos no sean los únicos en el mundo que saben llevar vidas interesantes. Es posible que todo este plan de mudarse a Francia con dos hijos, posiblemente tres, sea algo infantil. Tal vez ella y él – April (Kate Winslet) y Frank (Leo DiCaprio) – están escapando de ese vacío que deja la frustración y el tedio profesional. Tal vez París representa hoy esa oportunidad única para sentir de nuevo, para sentir realmente. No lo sé, a veces parece tan irreal, tan inmaduro, tan irracional. ¿Acaso no sería mejor reducir esta idea a sólo un sueño?
¿Por qué escapar?, se pregunta John (Michael Shannon), un matemático de look institucional con problemas emocionales, presumiblemente. No es de extrañar que sea él, el símbolo del discernimiento y de la racionalidad, quien busque motivos para aquel acto desesperado que April y Frank, una pareja por largo tiempo vista como perfecta en Revolutionary Road, están a punto de cometer. John los entiende, pero está loco. Mejor que se calle y que vea el arco iris allá afuera, dice su madre, la Sra. Givings (Kathy Bates). ¡Qué bello es el arco iris! ¡Si tan sólo nos lo hubieran mostrado!
La monotonía musical de Thomas Newman y la atmósfera etérea producida por el ya tan apreciado cinematógrafo que es Roger Deakins no podrían encajar mejor para mostrar íntimamente la autopsia de una relación (¿in?)humana. Mendes la desmorona mientras el guión deliciosamente escrito por Justin Haythe, adaptado de la novela de Richard Yates, nos transporta a través de elegantes, sencillos, escenarios.
El amor naufraga, la comprensión se desvanece, el odio florece. Si estar loco implica vivir la vida como si ésta importara, entonces no importa estar completamente desquiciado. Bajo esta premisa, la ambición de un verano desemboca en una relación enferma, colmada de comprensión disimulada. Cállate, cierra la boca, aléjate, detente. Necesito pensar. Pensar. Pensar. Pensar para darme cuenta de que me he convertido en alguien insensible, para darme cuenta de que ya no te amo, para darme cuenta de que no quiero este hijo, para darme cuenta de que me cuesta trabajo entender la verdadera razón de nuestra existencia. De nuestra existencia, juntos.
5 comentarios:
Muy buen artículo sobre Revolutionary Road, tngo muchas ganas de verla y es una lastima que haya sido dejada de lado por parte de los Academicos.
Saludos!
Pues sî, sôlo tres nominaciones. A mî me gustô tanto que le hubiera dado mil. Un peliculôn!!
Por alguna razon me resisto a ver esta cinta, aunque me gustan trabajos anteriores de Sam Mendes. Igual y habria identificacion de personajes. :p
¡Saludos!
Eddney.
Una muy buena película, la describes a la perfección.
Me gusto ese enfrentamiento de los protagonistas para ver quien era el más cobarde y quien se rajaba primero.
Y deja bien asentado que es el año de Kate Winslet y eso que todavía nos falta ver The Reader... todavía no puedo quitarme de la cabeza su escena de baile, uno de los únicos momentos de la cinta donde se le ve a ella con vida.
Saludos Edd.
Buen post.
Esa escena del baile es bellîsima. También me encantô.
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