La culpa, la penitencia, la señal, el perdón (que nunca llega). Cuatro actos que se desarrollan en dos décadas que resultan devastadoras para una familia víctima de la profunda fe religiosa de su patriarca. Es el México de 1926 y la guerra cristera ha estallado. Buscando liberar a su octavo hijo, Aureliano (Diego Cataño/Guillermo Dorantes), del pecado original, Elías (Mario Zaragoza), el patriarca de esta familia, lleva la muerte a su pueblo. Convencido de que sus hijos serán castigados por Dios con una muerte prematura, consagra su vida a la construcción de una iglesia en medio de la aridez del desierto.
Estéticamente hermosa y fatalmente trágica es la historia que Rodrigo Plá y Laura Santullo concebieron para su segundo filme (realmente el primero), la cual fácilmente podría adquirir proporciones bíblicas si no fuera porque es precisamente al dogma irracional que se opone la tesis de la cinta. El argumento es de cierta manera comparable al de La Zona en el sentido de que el hombre es susceptible de volverse ciego ante el temor, ya sea que éste tenga un origen místico o social.
El diseño de producción a cargo de Gloria Carrasco contribuye de forma importante al atractivo visual del filme, sin olvidar las animaciones que se ajustan cada vez mejor dentro de la secuencia narrativa de la película. Me gustó mucho la banda sonora de Jacobo Lieberman y Leonardo Heiblum, que es muy intensa aunque sencilla y recurrente. Sobresalen las interpretaciones de Mario Zaragoza, Katia Xanat Espino (como Micaela, hermana de Aureliano) y Diego Cataño (con un papel muy diferente del que le vimos en Lake Tahoe). La cinematografía de Serguei Saldívar Tanaka sobresale entre grises, verdes, cafés y el contraste entre los interiores oscuros y claros exteriores.
Desierto Adentro es indiscutiblemente un filme superior a La Zona y tal vez se justifique la serie de premios que recibió este año en el Festival de Guadalajara.