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domingo, 21 de febrero de 2010

Road to the Oscars: Christian Berger y la fotografía de Das weisse Band

Update: El sábado 27 de febrero, la Sociedad Americana de Cinematografía otorgó su premio anual a Christian Berger.





1966 fue el último año en el que las cintas a color y en blanco y negro compitieron en categorías separadas al Oscar de cinematografía. Desde entonces, las nominaciones para cintas monocromáticas han sido raras. Este año el trabajo de Christian Berger, fotógrafo de Das weisse Band, logró colocar al filme del director Michael Haneke dentro del selecto grupo de nueve películas predominantemente en blanco y negro que han sido nominadas, siendo las más recientes Good Night and Good Luck (Robert Elswit, 2005), The Man Who Wasn't There (Roger Deakins, 2001) y Schindler's List (Janusz Kaminski, 1993).

Tras Caché (2005), Das weisse Band (La Cinta Blanca; The White Ribbon) se convirtió en la quinta colaboración entre Haneke y Berger. Cuenta Berger que cuando Haneke decidió que quería realizar el filme en blanco y negro, su primera reacción fue de entusiasmo por volver a los "viejos tiempos". Sin embargo, el rodaje no pudo efectuarse de esa forma debido a que los productores deseaban una versión a color para la televisión. Finalmente la película fue rodada a color y la versión monocromática se obtuvo digitalmente.

Fue precisamente el rodaje a color lo que permitió a Berger obtener una escala de grises mucho más fina, pero fue necesario que el fotógrafo, junto con los diseñadores de producción y de vestuario, realizara pruebas con cada uno de los materiales usados para la decoración y los atuendos con el fin de calcular los tonos que se generarían al pasar del color al blanco y negro.

Puesto que la historia se desarrolla en la primera década del siglo XX, un reto particular que encontró Berger fue que en ocasiones las únicas fuentes de luz a su disposición eran velas, lámparas de petróleo o antorchas. En algunos casos, esto hacía que los interiores fueran demasiado oscuros, por lo que una fuente de luz adicional era necesaria para iluminar a los actores. Evidentemente, esto siempre generaba segundas sombras, pero todas ellas fueron borradas en postproducción.

Esta es la primera nominación al Oscar que recibe el fotógrafo austriaco.


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Izquierda: El médico del pueblo hablando a su hija. Derecha: Cena en la casa del pastor del pueblo.

sábado, 21 de junio de 2008

La Escafandra y La Mariposa

"La imaginación y la memoria son mis únicos dos medios de eludir mi escafandra...
Hoy me parece que toda mi existencia no ha sido más que una cadena de pequeños fracasos, de mujeres que no supe amar, de oportunidades que no quise tomar, de instantes de felicidad que dejé desaparecer... "
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Jean Dominique Bauby


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La terraza perpetuamente desierta. El desmoronamiento.


Le Scaphandre et le Papillon es un ensayo sobre la identidad, esa que se transforma en el tiempo. Esa que define lo que somos hoy y lo que fuimos ayer. La realidad son recuerdos e ilusiones. Jean Dominique Bauby no es Marlon Brando, él es lo que dicta su memoria y lo que desea su imaginación, ambos elementos enclaustrados en su mente parlante.

El actor francés Mathieu Amalric es el cuerpo, la escafandra que limita el aleteo de la mariposa. Esa escafandra se permite establecer una lucha grecorromana con una mosca, contempla las mañanas desde una terraza perpetuamente desierta, reduce el mar a un producto de efectos especiales y es visitada día a día por el ortofonista. Permanece rígidamente.

El fotógrafo Janusz Kaminski y el director Julian Schnabel se convierten en el ojo del protagonista. Ese ojo que ve y que habla. El mismo que permite a preciar a las mujeres que proveen de vida a la escafandra y a la mariposa, simultáneamente. Emmanuelle Seigner, Marie Josée Croze y Anne Cosigny: su exesposa, su ortofonista, su traductora.

Papinou (Max von Sydow) se mira en el espejo después de ser rasurado. La ancianidad del padre contrasta con la juventud y el atractivo del hijo, redactor de la revista Elle. El glamour y la superficialidad se ven contrarrestadas por la enfermedad y la sensibilidad. La identidad se ha transformado, de oruga a mariposa.


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Emmanuelle Seigner, Max von Sydow y Mathieu Amalric


Nadie está condenado a vivir; Ramón Sampedro opinaría lo contrario. Nadie está condenado a morir; Jean Dominique Bauby probablemente estaría de acuerdo. Para Jean-Do es tan claro el valor de la vida (aún prolongada). Schnabel entendió el mensaje perfectamente y eso le permite crear una narración visual grandiosamente poética y elegante. Maravillosa.