lunes, 19 de octubre de 2009

Inglourious Basterds: el cine salvará al mundo


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Mélanie Laurent y Christoph Waltz en Inglourious Basterds


Bastarán 153 minutos, distribuidos en cinco capítulos contextualizados en el conflicto armado más mortífero de la historia humana, sin una sola escena de guerra, presentados como un relato de venganza sobredialogado en tres diferentes lenguas (alemán, inglés, francés; sin contar realmente el italiano) en el que la astucia prevalece sobre la violencia – ésta mostrada como un clímax: brevemente e intensamente – para que Quentin Tarantino cambie a su voluntad el curso de la historia usando como arma mortal al mismo séptimo arte.

Alrededor de una mesa, ya sea en el comedor de una casa en el campo, en un famoso café parisino o en una taberna de sótano, los personajes de Inglourious Basterds intercambiarán parlamentos e irán construyendo dos tramas independientes movidas por un mismo fin: el exterminio de los nazis. Para ello, Tarantino desplegará a sus héroes sobre dos frentes, uno encabezado por Shossana Dreyfus (Mélanie Laurent) – judía francesa, única sobreviviente de su familia que ahora se ocupa en manejar un cine, – y el lugarteniente Aldo Raine (Brad Pitt) – líder de "Los Bastardos", grupo que con su característico modus operandi se encargará de liquidar y aterrorizar nazis. Cada uno por su lado, sin llegar a conocerse, trabajará para destruir el tercer Reich. En los azares de sus destinos, ambos se encontrarán con su mayor obstáculo: el coronel Hans Landa (Christoph Waltz), cazador de judíos, a la vez carismático y aborrecible, precisamente del tipo antagonista que rara vez se disfruta tanto en la pantalla grande.

Operation Kino será el nombre de una conspiración que comenzará siendo encomendada al lugarteniente Archi Hicox (Michael Fassbender), un elegante crítico de la revista británica Films and Filmmakers, y a una hermosa estrella del cine alemán, Bridget von Hammersmark (Diane Kurger). El complot culminará aparatosamente durante la première de Stolz der Nation (El orgullo de la nación), una cinta de propaganda nazi protagonizada por el apuesto soldado Frederick Zoller (Daniel Brühl) y rodada en la vida real por Eli Roth (el mismo que encarna al Bastardo de nombre Donny Nonowitz a.k.a. "The Bear Jew"). Empleando la materia misma del cine, películas altamente inflamables de nitrato de celulosa, Tarantino pondrá fin a la gran guerra.

Cautivan la fotografía tras el lente de un Robert Richardson doblemente Oscarizado, los vestuarios a cargo de la mujer que diseñó los atuendos en The Pianist y Schindler's List (Anna Sheppard), la edición realizada por Sally Menke (Kill Bill Vol. 1 & 2, Pulp Fiction), la música de westerns – incluidas las recurrentes composiciones de Ennio Morricone, y el extraordinario diseño de producción.








Frederick Zoller (Daniel Brühl) protagoniza "Stolz der Nation"

5 comentarios:

Champy dijo...

Porque nadie menciona el homenaje a
nuestro Hugo Stiglietz?????

A mi solo me cautivó C.Waltz...

2046

JLO dijo...

la verdad q tarantino cuando tiene ganas, es un maestro... no se si es una obra maestra o lo mejor inclusive de su cine (creo q no) pero algunas escenas como la del inicio son memorables...

divertirse con esa parte de la historia es tan elogiable como polemico.. en fin, es tarantino...

salu2

Eddney Todd dijo...

Champy:
Momento gracioso el de Stiglietz. Waltz estâ excelente.

JLO:
Sobre todo me gustô que I.B. tiene un toque diferente a las anteriores de Tarantino. Y sî, el Capîtulo 1 es por sî sôlo una joya.

Dan Campos dijo...

Lo mejor de la cinta: Christoph Waltz.

Lo que faltó en la cinta: un soundtrack mas "a la Tarantino". En realidad es más un score no original que un soundtrack.

Lo que sobró en la cinta: la sobrepromoción. Es buena, pero desafortunadamente se infló demasiado. Además actualmente si una cinta puede durar en el consciente del público general más de dos semanas, es un logro impresionante. Todo el cine actual es desechable, desafortunadamente.

jotch dijo...

brillante la obrita de tarantino, muy de acuerdo.

un bravo para él y otro bravo para la curiosa combinación de fe y empatía que este lugar provoca (siempre será culpa del cine).

(...)