Amy Landecker, Richard Kind y Aaron Wolff interpretan a Mrs. Samsky, el tío Arthur y Danny Gopnik en el nuevo filme de los hermanos Coen
En la pantalla negra se lee en letras blancas "recibe con simplicidad todo aquello que te sucede". La frase no podría ilustrar mejor la esencia de una historia que yuxtapone fatalismo y moralismo para revelarnos, con la precisión técnica característica de los hermanos Coen, que la vida es un camino de incertidumbre en el que el hombre se obstina por buscar la causalidad divina, científica o metafísica que podría explicar su realidad, olvidándose casi por completo de la mera causalidad humana.
Es 1967, en Minessota. Larry Gopnik, un profesor de física y padre de familia judío muy genuinamente interpretado por Michael Stuhlbarg, invierte responsablemente su tiempo explicando a sus alumnos universitarios la paradoja de Schrödinger y el principio de incertidumbre de Heisenberg mientras su mundo cotidiano comenzará a verse afectado por una serie de eventos que lo conducirán hacia una crisis existencial: problemas maritales, chantaje escolar, enfermedad de un familiar cercano, incomprensión ante sus hijos... Con el fin de hallar LAS respuestas a sus preguntas y EL significado de aquellos eventos, Larry acudirá desesperadamente con sus rabinos y abogados para sólo encontrarse con decepcionantes resultados.
Con un guión inusualmente frío, que en su seriedad encuentra las dosis de humor e ironía mínimas para hacer de esta cinta una comedia, Joel & Ethan Coen hacen uso de una narrativa sumamente refinada de que provoca más meditación que hilaridad. La situación se contrapone con su última comedia, Burn After Reading, en la que el motor primordial para la comedia era la estupidez explícita. En este sentido, A Serious Man resulta un filme más exigente – más abstracto – en el que el espectador generalmente encuentra la gracia no en los eventos per se (algunos no los observamos por completo o son irreales) sino en sus efectos. Responsable de reafirmar la atmósfera etérea que predomina en la cinta es la brillante fotografía de Roger Deakins.
Las problemáticas planteadas en la trama son por demás interesantes. A través de Larry, quien pretende tomar su vida en serio sin verdaderamente ser capaz de admitirlo o verse recompensado por tratar de hacerlo, se descifran cuestiones universales sobre la posibilidad, el determinismo, la contradicción y hasta la punición. Reveladores resultan entonces tanto el prólogo de la película como la pseudo-parábola del goy (término coloquial para una persona que no vive en la fe judía), siendo que ambas implican la existencia de fuerzas sobrenaturales que condenan nuestro destino. Así, los Coen nos muestran como Larry inconscientemente se visualiza siendo castigado cada vez que toma una decisión moralmente incorrecta (como cuando finalmente acepta un soborno e instantes después su hermano (Richard Kind) es imprevistamente asesinado), o como el propio hijo de Larry (Aaron Wolff), para nada tan serio, deberá inevitablemente enfrentarse a la fuerza de la naturaleza al salir de la escuela – finalmente el chico justo celebró su Bar Mitzvah y de acuerdo con su religión se asumió por primera vez como un adulto.
Decía yo que No Country for Old Men, incluso con toda su brutalidad, y Burn After Reading, incluso con toda su estupidez, parecían en el fondo cintas moralistas por insensibilizar o ridiculizar la conducta humana. Si bien la interpretación en aquellas ocasiones pudo sonar extraña, a A Serious Man es casi imposible no darle una lectura similar, ahora por fatalizar la conducta humana.
Suman a la película las actuaciones impecables de los personajes secundarios, los diálogos cruelmente ingeniosos, la partitura de Carter Burwell y un admirable diseño de producción y decoración realizados por quienes estuvieron detrás de Barton Fink, No Country for Old Men y Burn After Reading.
Es 1967, en Minessota. Larry Gopnik, un profesor de física y padre de familia judío muy genuinamente interpretado por Michael Stuhlbarg, invierte responsablemente su tiempo explicando a sus alumnos universitarios la paradoja de Schrödinger y el principio de incertidumbre de Heisenberg mientras su mundo cotidiano comenzará a verse afectado por una serie de eventos que lo conducirán hacia una crisis existencial: problemas maritales, chantaje escolar, enfermedad de un familiar cercano, incomprensión ante sus hijos... Con el fin de hallar LAS respuestas a sus preguntas y EL significado de aquellos eventos, Larry acudirá desesperadamente con sus rabinos y abogados para sólo encontrarse con decepcionantes resultados.
Con un guión inusualmente frío, que en su seriedad encuentra las dosis de humor e ironía mínimas para hacer de esta cinta una comedia, Joel & Ethan Coen hacen uso de una narrativa sumamente refinada de que provoca más meditación que hilaridad. La situación se contrapone con su última comedia, Burn After Reading, en la que el motor primordial para la comedia era la estupidez explícita. En este sentido, A Serious Man resulta un filme más exigente – más abstracto – en el que el espectador generalmente encuentra la gracia no en los eventos per se (algunos no los observamos por completo o son irreales) sino en sus efectos. Responsable de reafirmar la atmósfera etérea que predomina en la cinta es la brillante fotografía de Roger Deakins.
Las problemáticas planteadas en la trama son por demás interesantes. A través de Larry, quien pretende tomar su vida en serio sin verdaderamente ser capaz de admitirlo o verse recompensado por tratar de hacerlo, se descifran cuestiones universales sobre la posibilidad, el determinismo, la contradicción y hasta la punición. Reveladores resultan entonces tanto el prólogo de la película como la pseudo-parábola del goy (término coloquial para una persona que no vive en la fe judía), siendo que ambas implican la existencia de fuerzas sobrenaturales que condenan nuestro destino. Así, los Coen nos muestran como Larry inconscientemente se visualiza siendo castigado cada vez que toma una decisión moralmente incorrecta (como cuando finalmente acepta un soborno e instantes después su hermano (Richard Kind) es imprevistamente asesinado), o como el propio hijo de Larry (Aaron Wolff), para nada tan serio, deberá inevitablemente enfrentarse a la fuerza de la naturaleza al salir de la escuela – finalmente el chico justo celebró su Bar Mitzvah y de acuerdo con su religión se asumió por primera vez como un adulto.
Decía yo que No Country for Old Men, incluso con toda su brutalidad, y Burn After Reading, incluso con toda su estupidez, parecían en el fondo cintas moralistas por insensibilizar o ridiculizar la conducta humana. Si bien la interpretación en aquellas ocasiones pudo sonar extraña, a A Serious Man es casi imposible no darle una lectura similar, ahora por fatalizar la conducta humana.
Suman a la película las actuaciones impecables de los personajes secundarios, los diálogos cruelmente ingeniosos, la partitura de Carter Burwell y un admirable diseño de producción y decoración realizados por quienes estuvieron detrás de Barton Fink, No Country for Old Men y Burn After Reading.
Michael Stuhlbarg intenta ser A Serious Man
2 comentarios:
No se bien porque, pero los Coen están dejando de interesarme.....
Pero los sigo respetando, eso si.
2046
Champy:
Esta es una pelîcula de grandes ideas. Merece respeto e interés. Jajaja, seriously.
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